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2.2.15

ELUCUBRACIONES DE UN SR. QUE AMASA.



Por estos días tórridos, mientras mis amigos veranean en playas lejanas, escuchando bajo las palmeras el son de los ukeleles, yo trabajo como la hormiga de Esopo. Mis manos modelan la arcilla, esa materia que al amasarla sentís que dentro tuyo sigue vivo un niño. Pienso que si todos amasaran arcilla con sus manos, las multinacionales de tranquilizantes irían a la bancarrota.
Así va surgiendo este caballito bajo la mirada atenta de mi petit fille Florencia, que me dá sabios consejos, me presta herramientas, me asesora con presteza sobre el posterior horneado,  hasta que me dice que le deje de hinchar los ovarios.
Todos los hijos saben claramente donde está el límite de ese extraño territorio que es la paternidad.
Todavía no tengo decidido en que pared irá este relieve de terracota, acá en nuestra casa-taller de Vistalba, pero mientras trabajo la imagino como un sobreviviente dentro de 1.225 años, cuando ninguno de nosotros viva. Lamento decirles (si aún siguen leyendo) que la vida es breve, si bien la muerte no existe, pero esto lo dejamos para otro día.

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